EXPLORANDO MÁS ALLÁ DE NUESTRA ZONA DE CONFORT
La montaña es una escuela que tiene la virtud de hacernos crecer, situándonos fuera de nuestra zona de comodidad, poniendo a prueba nuestros instintos desnudándonos como seres humanos, sacando lo peor y lo mejor de nosotros, dándonos lecciones de humildad y permitiéndonos alcanzar la virtud de valorizar aquellas cosas simples que conforman nuestras vidas.
Este es el relato de montaña que ningún escalador quisiera narrar a modo de vivencia personal. Confieso que me costó trabajo superar el tema, tomar el lapiz y ponerme a escribir estas notas. Me motivó testimoniar un agradecimiento a mis compañeros de escalada de aquel día 26 de Julio, en el Glaciar Exploradores, en la Patagonia, donde disfrutamos de una exquisita escalada en hielo y a la vuelta nos sorprendió un accidente, que de paso estimo pudo haber tenido graves consecuencias, aminoradas por la fortuna y sobre todo la preparación, trabajo en equipo, la eficiencia, el liderazgo y compañerismo demostrado.
Dicho glaciar está ubicado a un costado de los Campos de Hielo Norte Patagónico y a 5 horas en auto por Carretera Austral desde Coyhaique. Nos internamos varios kilómetros en su interior dispuestos a buscar el mejor hielo para escalar...
LA HISTORIA
Todo parte con la invitación de José Luis Dragón a participar como miembro de un equipo, el cual capitaneaba, y que se dirigiría a Coyhaique para representrar a su Club de escalada Eskalapatagonia y participar en la segunda versión del torneo invernal Patagónico de escalada en hielo.
Con Jose Luis, nos conocíamos desde hace nueve años cuando ambos pertenecíamos a un club de montañismo en Puerto Montt, en donde tuvimos la oportunidad de subir un par de cerros junto, con el paso del tiempo, como amigos, compartimos y escalamos juntos en varias oportunidades, motivo suficiente para hacer una gran amistad que ha logrado perdurar hasta los días de hoy.
No dudé en contestarle que me interesaba participar en el torneo y que contaría con mi apoyo incondicional. Sería una gran oportunidad para reunirnos otra vez a rememorar viejos tiempos. En ese instante recordé a Michael y le pedí que le avise de nuestros planes, sería magnífico estar nuevamente juntos los tres haciendo lo que más nos gusta, escalar.
Un mes después, pasajes en mano llego a Puerto Montt. Nos reunimos en su casa para finiquitar los detalles del viaje, uno a uno fuí estrechando las manos de Francisco, Felipe, Carlos y finalmente un fuerte abrazo a Michael, a quien ya conocía desde mucho tiempo. Junto a Michael, habíamos sido cordada un par de temporadas en el Valle de Cochamó, dónde abriríamos la Primera Ruta Chilena. Como decimos los marinos, compañero de muchas batallas, en la montaña, escalando, guiando, compartiendo, aprendiendo y entregando lo aprendido.
Debido a que queríamos tener un par de días libres en Aysén, para escalar previo a la competencia, al día siguiente llegamos a Coyhaique, lugar donde conocería a los dos últimos protagonistas de la historia, me refiero a Hugo y Rody.
Una vez reunidos en Coyhaique, decidimos en forma unánime que lo mejor para todos sería aprovechar los días previos a la competencia en escalar un poco en hielo en las cascadas que se forman a orillas del camino que conduce a la localidad de Cerro Castillo. Así al día siguiente salimos a medio día rumbo a las cascadas, ya en el lugar, nuestra sorpresa fue doble. Por un lado eran increibles los cerros que nos flanqueaban a ambos lados del camino invitándonos a escalarlos, mientras que por el otro lado del valle no había ninguna cascada formada que nos permitiera escalar, asi el consenso nuevamente fué unánime, nos dirigiríamos a escalar en hielo al Glaciar Exploradores, a unos 270 kms al sur de Coyhaique por Carretera Austral.
En la foto Carlos, Felipe, Rody, de espalda José Luis, tomando mate, antes de salir de Coyhaique. |
Llegamos de noche al pié del sendero que conduce al glaciar, lugar donde dejamos los vehículos y nos dispusimos a descansar en un refugio existente en el lugar. Compartimos las tareas comunes de hacer fuego en la estufa a combustión lenta, el acopio de agua y preparación de la cena.
Tras cenar, nuestro amigo Patagónico Rody comienza la ceremonia patagónica del mate y el vino tinto en bota. Rody, no tarda en incorporarse socialmente al grupo, manifiesta mucha iniciativa y motivación propia de la gente de la Patagonia. Entre conversación y chistes supimos que Rody años atrás había estado en el glaciar, dado su conocimiento previo del terreno, el sería el guía natural para la actividad, después de discrepar con el referente a cual sería el horario más apropiado para la salida se decidió salir al día siguiente a las 0630 de la mañana en demanda de las paredes de hielo que eran motivo de nuestro viaje.
Preparamos el equipo, entre lo que incluíamos tres cuerdas, estacas, tornillos al por mayor, raciones de marcha para un día de actividad, cosinilla y botiquín de emergencia, ropa y abrigo solo para escalar por el día. Armamos las mochilas, luego uno a uno vamos entrando a los sacos de dormir.
La noche transcurre lentamente, no he logrado dormir casi nada entre ronquidos y pensamientos vacios. Es extraño, nunca antes me había ocurrido.
Mi reloj suena al fin a las 0530 de la mañana. No me siento cansado a pesar de no haber dormido, soy el primero en ponerme de pié y comenzar a calentar agua para el que sería nuestro desayuno.
A las 0630, aún en oscuridad, Rody apura el paso, nos encontramos todos en fila sobre el sendero pendiente arriba pisando los primeros peldaños que conducen al mirador del Glaciar Exploradores.
25 minutos después, nos encontramos sobre las tablas humedecidas de balcón que testimonia a dicho mirador y que nos regalaba una increible vista panorámica de lo que era el glaciar y sus alrededores. Desde aquí Hugo, nuestro otro amigo Patagónico, bombero por vocación, que se hacía acompañar por su hijo Matías, tras unos momentos de meditación, que para el creo que fueron más largos que para mi, decide no continuar con la aproximación al glaciar y esperarnos hasta nuestro retorno. Sin mediar con el discusión y respetando su desición, nos despedimos de el uno a uno, sin más que un "nos vemos a la vuelta amigo", con algo de lata en nuestras expresiones.
25 minutos después, nos encontramos sobre las tablas humedecidas de balcón que testimonia a dicho mirador y que nos regalaba una increible vista panorámica de lo que era el glaciar y sus alrededores. Desde aquí Hugo, nuestro otro amigo Patagónico, bombero por vocación, que se hacía acompañar por su hijo Matías, tras unos momentos de meditación, que para el creo que fueron más largos que para mi, decide no continuar con la aproximación al glaciar y esperarnos hasta nuestro retorno. Sin mediar con el discusión y respetando su desición, nos despedimos de el uno a uno, sin más que un "nos vemos a la vuelta amigo", con algo de lata en nuestras expresiones.
Comenzamos el descenso por un empinado sendero hacia el valle que conduce a la enorme morrena frontal del glaciar. En nuestro desplazamiento caen algunas rocas pendiente abajo con fuerza. Al ver lo empinado de la pendiente José Luis me indica con un gesto ufff!, a lo cual sentencio inocentemente : "a la vuelta te quiero ver". Sin saber mis palabras fueron el preámbulo de o que se vendría...
Pircas que fuimos instalando en la ruta de aproximación |
Luego de superar esta pendiente de bajada, ingresamos a un pequeño bosquesillo pantanoso y rocoso, cruzamos una laguna y nos montamos sobre la morrena frontal del glaciar. Caminamos por esta sinuosa y rocosa morrena.
Debido a que el grupo no contaba con GPS, el llamado era a la precaución sobre esta parte donde el glaciar encadenaba con el sendero de salida propiamente tal, decidimos ir instalando pircas sucesivas a nuestro andar, teniéndo la precaución de que hubiera contacto visual entre ellas. Mientras atravesábamos la morrena del glaciar no podíamos entrever el camino hacia la parte limpia de la zona de ablación, que sería en teoría el escenario de nuestros juegos.
Debido a que el grupo no contaba con GPS, el llamado era a la precaución sobre esta parte donde el glaciar encadenaba con el sendero de salida propiamente tal, decidimos ir instalando pircas sucesivas a nuestro andar, teniéndo la precaución de que hubiera contacto visual entre ellas. Mientras atravesábamos la morrena del glaciar no podíamos entrever el camino hacia la parte limpia de la zona de ablación, que sería en teoría el escenario de nuestros juegos.
Tránsito sobre la morrena frontal del glaciar
|
Caminamos por un lapso de una hora y media para superar la morrena, hasta llegar finalmente a la zona del hielo, donde se apreciaba completamente el recorrido del glaciar hasta perderse en un cambio de dirección y pendiente por kilómetros. Más adelante hacemos una pausa para comer, hidratarnos y equiparnos.
Se definen las cordadas, Michael iría con Carlos, debido a que este último era el más inexperto del grupo, yo iría con el Puertomontino Francisco del club Eskalapatagonia y Rody. José Luis iría con Felipe.
Junto a mi cordada fijamos a modo de dogma que ingresaríamos al glaciar hasta que nos dieran las 11 am. como horario tope en la búsqueda de alguna pared idónea para nuestras pretenciones y escalaríamos hasta las 1400, para salir con luz del glaciar, pues como era invierno oscurecía a las 1830 de la tarde. Una a una las cordadas nos internábamos en el glaciar.
Ingresando al glaciar |
El glaciar es amigable al comienzo, pero a medida que nos internábamos las grietas se juntan más y más, empinándose y asemejando un mar de olas picadas por el viento mientras nosotros asomábamos como unos leves barquichuelos que navegan débilmente sobre ellas. Al superar la agreste y expuesta zona, en un lugar donde el glaciar se torna más llano decidimos supender nuestra caminata debido a que nos encontrábamos en la hora tope.
A medio recorrido en el glaciar |
A cierta distancia diviso un par de grietas que parecen ser buenas, les aviso mis compañeros y nos dirigimos a verlas. Una vez en el lugar, las inspeccionamos visulamente y detectamos adicionalmente un agujero de unos diez metros, que era apropiado para escalar. Como estábamos en la hora tope, decidimos utilizar el sector para escalar. Las otras dos cordadas se integraron a continuación. Instalaríamos tres reuniones con el objeto de escalar simultáneamente y aprovechar el tiempo.
Escalando en el glaciar |
Armo un anclaje y me ofrezco para asegurar a mis compañeros...
Estamos en la hora tope de retorno. Habíamos escalado bastante, estábamos satisfechos y maravillados con el lugar. Recuerdo haber escalado todas las vías y haber repetido una de ellas unas diez veces. Fuimos eficientes y aprovechamos el tiempo.
Se aproximan las 1400 pm, consientes que ela hora top de término de la escalada comenzamos a guardar el equipo para retornar al refugio, muy satisfechos por la actividad que habíamos tenido. Fuí el útimo en terminar de escalar y por lo tanto en guardar mi cuerda y parte del equipo que estábamos utilizando, bebo un largo sorbo de agua de un agujero de fusión y comenzamos a retirarnos en caravana, yo cerrando la fila.
Todo transcurre bien, repentinamente nos encontramos cruzando nuevamente la zona de grietas expuestas, semejantes a un mar picado por el viento, siguiendo las huellas de mis compañeros comienzo a pasar muy cerca del filo de una de esas grietas cuando repentinamente...el tiempo se detiene y me encuentro cayendo desde el filo de la grieta pendiente abajo. Inutilmente golpeo la pared del hielo con mi piolet para autodetenerme, mi piolet rebota en el hielo sin mayores resultados, haciendo esfumarse mis intentos por salir ileso de la caída, doy un grito para alertar a mis compañeros, a mi mente se agolpan un tumulto de recuerdos y luego, segundos después, mis pies serían los encargados de indicarme que tocaba el estrecho fondo de la grieta. Es extraño, no siento dolor por la caida. Miro mis piernas y tenía doblado completamente el tobillo derecho sobre mi tibia, siento pena, Oh Dios mío!, es un mal sueño?, no me puede estar pasando esto sobre un glaciar, vislumbro el escenario que se nos viene, y a mi en particular. Miro la hora son las 1410 de la tarde, miro a mi alrededor, veo a mis compañeros aproximarse rápidamente, escucho el crujir del glaciar, exclamando que me ha atrapado. Me tapo los ojos de la cara con mi mano derecha, sigo sin creerlo, siento pena.
Me repito debo ser valiente y sobreponerme. En mis condiciones no podía caminar por el glaciar, para peor nos encontrábamos en una zona complicada con grietas muy estrechas entre si y con bastante pendiente por lo demás, lo que aumentaba el riesgo de colarse en ellas. Esto complicaba más aún la situación, haciéndola más riesgosa. Ver las grietas nos recordaba que podiamos pagarlo caro si cometíamos un error. Michael y José Luis son los primeros en llegar, José Luis me ofrece un analgésico para el dolor.
Michael toma el control
Tenemos que salir pronto de aquí le dije, indefenso, temiendo que nos encontrara la noche en medio del laberinto de grietas, lo cual complicaría más las posibilidades que teníamos en ese momento. Michael, me mira sin decir nada, pienso que, también vislumbra lo que se viene. En un glaciar de la Patagonia, sin posibilidades de un rescate aéreo a corto plazo y a más de 270 kilómetros del hospital de Coyhaique. Sin lugar a dudas había que ser efectivos, cuidadosos en extremo y muy eficientes.
Pone mi tobillo en su lugar e inmoviliza la pierna usando para ello, el kit de inmovilización del respaldo de mi mochila de alpinismo y parte de mi equipo.
Resdistribuye el resto de mi equipo en los demás y asigna las tareas. Felipe y otros irían abriendo la ruta tallando peldaños, para disminuir el riesgo de caidas en el traslado. Debido a lo estrecho y empinado del camino y riesgo que representaba caer en una de las grietas que nos amenazaban cual campo minado, comprendí que no había posibilidad de improvisar una camilla u otro sistema de transporte más eficaz y seguro que pusiera en riesgo a más de una persona efectuando el traslado, habría que priorizar la seguridad antes que la rapidez en esta zona complicada.
Rody y Francisco, sin incluirme, los más veteranos al momento del grupo y probablemente dentro de los más fuertes físicamente al momento, se ofrecen en forma voluntaria valientemente para cargarme. Improvizan un sistema de traslado en forma de mochila con mi cuerda (cocalet). Me cargan a la espalda de Francisco y en ese momento puedo ver el largo mar blanco, turbulento y agrietado que nos separa de la seguridad relativa.- Oh Dios mío!, siento que me dan una bofetada en la cara, no lo podía creer.
Comienza el traslado. Se que esto puede ser el preámbulo de algo peor que el destino puede tener preparado, trato de no pensar en aquello, tomo conciencia de los riesgos y con resignación acepto la situación y sus posibles consecuencias, pues no tenga otra alternativa.
Debo tener confianza en que todo saldrá bien, no tengo otra opción, aprieto los dientes, siento miedo, me repito que tengo que ser valiente y sereno, no puedo infundir debilidad a mis compañeros, sino confiar en su buen criterio a la hora de evaluar y actuar, apotando lo que más pueda con serenidad e ideas para mejorar la situación en que nos encotrábamos.
Lenta y cuidadosamente transcurre el traslado, paso tras paso por los bordes y pendientes de las grietas. Se suceden en turnos para cargarme Rody y Francisco, asegurados por Michael, apoyando los crampones sobre los peldaños tallados en el hielo por Felipe. Nadie habla, silencio absoluto, lo cual denota preocupación.
Finalmente logramos superar la primera barrera, la zona más expuesta del glaciar. Comienza a volvernos de a poco el alma al cuerpo. Pero aún no hemos salido del campo de grietas. Rody y Francisco muy cansados son relevados en sus funciones por Felipe y José Luis, sin mediar pausas en el traslado.
Parar, sentarme en el hielo y a la espalda de mis compañeros, una y otra vez, para ellos cual petate cargado de ferretería de escalada.
Aprieto los dientes para contener el dolor, finalmente salimos del campo de grietas y llegamos a la morrena frontal del glaciar, miro hacia atrás y veo cuanto hemos avanzado, veo la hora, las 1800 pm, nos queda media hora de luz.
Saliendo a la morrena del glaciar |
En beneficio de la rapidez mis compañeros improvisan una silla con bastones para mi traslado. Tras un par de cientos de metros sobre la rocosa morrena, decidimos que no es un sistema eficiente para ser utilizado en este tipo de terreno, además es muy cansador para los porteadores.
Es cuando con mi cuerda Michael y Francisco, ayudado por los demás del grupo improvizan una camilla. Es el momento de abrigarse un poco más, comienza a sentirse frío, no siento hambre, mi mente está enfocada en salir del glaciar.
Comienza el traslado en camilla improvisada por cuerdas, todos cooperan para agilizar el traslado, cae la noche y con ello perdemos de vista nuestra vía de escape rápido del glaciar, las pircas. Se forman grupos para encontrarlas, pero debido al corto alcance de nuestras linternas frontales y la separación entre pirca y pirca se hace muy difícil detectarlas.
Una a una, lenta y pausadamente vamos encontrando las pircas, tras mucho trabajo e incertidumbre, cada pirca encontrada nos regala alegría fugaz. Debemos encontrar la siguiente.
El frío y el cansancio nos empieza a pasar la cuenta, el terreno pedregoso de la morrena del glaciar hace lento nuestro avance y las distancia recorridas en cada aliento cada vez son más cortas.
Es medianoche. La fatiga y el frío comienza a hacer presa de algunos compañeros, no se ven más pircas, no sabemos la salida, la noche es negra y oscura, no se ve la luna ni las estrellas. No tenemos más referencias donde ir.
Siento miedo nuevamente, José Luis se acerca a mi, veo en su rostro preocupación.
Transcurren unos largos y lentos minutos de incertidumbre, con cuotas de desesperación que desorientan más a todos.
Pienso que en estos momentos es donde debe haber un buen liderazgo, no podemos caer en la pasividad y el descontrol.
En un intento por superar este límite desconocido se forman grupos que una y otra vez inspeccionan la morrena en busca de una salida del glaciar, alertando una y otra vez de enormes paredes y grietas que flanquean nuestros intentos de evacuar el lugar, estamos atrapados pensé.
Me siento indefenso y por primera vez solo, como si Dios se hubiera ido.
- No me dejen solo acá, susurre al oido de José Luis. Me abrazó amistosamente, respondiéndome , ni locos!.
- Dios mío no nos abandones, susurre hacia mi interior. En un intento más bien espiritual de supervivencia...miro a mi alrededor inútilmente, tratando de buscar respuestas que no puedo obtener, mi cuerpo es una prisión, estoy a merced de la autoridad del glaciar.
Repentinamente sobre el negro horizonte se asoma una luz semejante a una estrella. Debe ser Hugo (pensé) intuyendo que no podíamos salir del glaciar, indicándonos con su linterna frontal, cual faro el camino a seguir, devolviéndolos la esperanza. Michael solicita a gritos a Hugo, personificado por la luz, que se devuelva al campamamento en búsqueda de agua caliente, un saco de dormir y una camilla que habíamos visto en el refugio. Más tarde me enteraría que la luz providencial fué colocada ahí por iniciativa de Matías, el más pequeño del grupo (Hijo de Hugo).
Acto seguido Michael se incorpora al grupo donde me encontraba junto a José Luis y Francisco.
- El camino a seguir es enfilarse hacia la luz.
Comienza a llover. La larga y fatigosa exposición al medio comienza a pasarme la cuenta, siento mucho frío, me siento mareado, como borracho. Mi corazón late aceleradamente, siento su latir sobre mi pecho, estoy completamente mojado, tiemblo de pies a cabeza.
- No te duermas Luis!, me replican mis compañeros una y otra vez, sacudiendo mi cuerpo.
Debo luchar, no quiero quedarme acá, a mi mente vienen recuerdos de mis hijos, veo le rostro de Carolina que me espera en casa, sin saber lo que acontece sobre el glaciar, saco fuerzas de ellos, tengo que volver, no puedo entrar en pasividad ahora. Recuerdo que tengo un polar seco en mi mochila y una bolza plástica que la uso para proteger el equipo del agua en el interior de mi mochila, le indico aquello a uno de mis compañeros. Rápidamente coloco el polar directamente sobre mi piel, cual primera capa y cubrimos mis piernas con la bolsa plástica, unos a otros mis compañeros se alternan abrazándome para darme calor corporal y así subir mi temperatura. Me comienzo a sentir mejor.
Gracias a la ayuda de Hugo y su linterna frontal, ahora sabiendo adonde ir, no tardamos tanto en encontrar una salida factible de la morrena del glaciar.
Son alrededor de las tres de la mañana, tras luchar mucho en el avance por el glaciar sobre la rocosa morrena y sus empinadas pendientes que ralentizaban mucho nuestro andar, finalmente intuimos una salida por un riachuelo que como era lógico debía a un punto conocido previamente, que era la laguna. No nos equivocamos.
Cuando nos encontrábamos bordeando la laguna, llega Hugo con lo solicitado por Michael, agua caliente, un saco y una media camilla de madera.
Comenzamos a enfrentar la parte del bosque y la pendiente final que nos separaba del mirador. Eran en total unos 1000 metros de zonas pantanozas, rocas húmedas y resbalozas y caidas expuestas, lo que nos separaba aun del mirador del glaciar.
Recuerdo las palabras dichas por José Luis, cuando ayer veníamos bajando por acá mismo : "a la vuelta te quiero ver", como adivinando el esfuerzo emocional y físico que nos demandaría superar esta zona de regreso.
Mis intentos de abstraerme del riesgo que representaba esta zona, unay otra vez son interrumpidos por pausas y los camillasos sobre el agreste terreno, recordándome que aún no era libre, lágrimas de dolor corren por mis mejillas. Me cubro el rostro.
Escucho a uno de mis compañeros patagónicos decir que habían alrededor de - 15°C, el aliento era evidente al salir de nuestras bocas. Hugo llega a mi encuentro con un saco solicitado por Michael momentos antes a gritos.
El ascenso por la pendiente con la camilla de fortuna fue como se veía venir, muy agotador, interminable y expuesto. Terminó consumiendo las pocas energías restantes de mis compañeros poniendo a prueba una vez más sus espíritus. Luchaban ferozmente con la camilla sin mediar descanzo.
Finalmente tras mucho batallar con el traslado en esta zona, llegamos a la parte superior de la pendiente, donde se encuentra el mirador del Glaciar Exploradores.
Gritos de alegría y abrazos entre los forzados rescatistas resuenan en el aire. Una gran emoción recorre mis venas. Recuerdo comentar a Rody, en su condición de rescatista en Conaf, no haber experimentado rescate semejante.
Las escasas fuerzas restantes de mis compañeros les impiden seguir porteando la camilla.
Entonces Hugo y Rody se alternan para cargarme al hombre hasta el refugio, dándome ánimo.
Llegamos a nuestro punto de partida, son las exactamente las 0630 de la mañaña, la misma hora en que salimos el día anterior.
Mis compañeros se abrazan y felicitan, estamos todos muy emocionados. Hemos pasado la última barrera interminable de esta pesadilla.
Hugo me sube a su vehículo, comienza a nevar copiosamente, sobre la Carretera Austral. Llegamos al Hospital de Coyhaique a las 1530 pm. Dónde tras los exámenes me confirmarian que mi fractura era en el peroné. El médico y los paramédicos aplaudieron los procedimientos empleados por mis compañeros.
Muchas historias se han escrito en la Patagonia. Esta es una historia de compañerismo y espíritu de cuerpo de un grupo de escaladores, algunos de los cuales se conocieron en esta tierra y se vieron enfrentados a uno de los mayores desafíos que les podía plantear el medio en que se integraron a escalar. Una evacuación autónoma y sin apoyo de medios de rescate de un compañero accidentado en un glaciar y en forma exitosa.
Sus desafíos, lograr la evacuación aún a cuenta de su propia seguridad, si mermar descanso por un complicado y traicionero terreno de montaña, luchando con el cansancio, el frío, el hambre y sus propios límites.
Dedicado a :
Matías Espinoza
Hugo Espinoza
Pancho Aventura
Rody Alvarez
Felipe Vera
Carlos Unanue
José Luis Dragón
Michael Sanchez
LUIS PAVEZ
Siento miedo nuevamente, José Luis se acerca a mi, veo en su rostro preocupación.
Transcurren unos largos y lentos minutos de incertidumbre, con cuotas de desesperación que desorientan más a todos.
Pienso que en estos momentos es donde debe haber un buen liderazgo, no podemos caer en la pasividad y el descontrol.
En un intento por superar este límite desconocido se forman grupos que una y otra vez inspeccionan la morrena en busca de una salida del glaciar, alertando una y otra vez de enormes paredes y grietas que flanquean nuestros intentos de evacuar el lugar, estamos atrapados pensé.
Me siento indefenso y por primera vez solo, como si Dios se hubiera ido.
- No me dejen solo acá, susurre al oido de José Luis. Me abrazó amistosamente, respondiéndome , ni locos!.
- Dios mío no nos abandones, susurre hacia mi interior. En un intento más bien espiritual de supervivencia...miro a mi alrededor inútilmente, tratando de buscar respuestas que no puedo obtener, mi cuerpo es una prisión, estoy a merced de la autoridad del glaciar.
Repentinamente sobre el negro horizonte se asoma una luz semejante a una estrella. Debe ser Hugo (pensé) intuyendo que no podíamos salir del glaciar, indicándonos con su linterna frontal, cual faro el camino a seguir, devolviéndolos la esperanza. Michael solicita a gritos a Hugo, personificado por la luz, que se devuelva al campamamento en búsqueda de agua caliente, un saco de dormir y una camilla que habíamos visto en el refugio. Más tarde me enteraría que la luz providencial fué colocada ahí por iniciativa de Matías, el más pequeño del grupo (Hijo de Hugo).
Acto seguido Michael se incorpora al grupo donde me encontraba junto a José Luis y Francisco.
- El camino a seguir es enfilarse hacia la luz.
Comienza a llover. La larga y fatigosa exposición al medio comienza a pasarme la cuenta, siento mucho frío, me siento mareado, como borracho. Mi corazón late aceleradamente, siento su latir sobre mi pecho, estoy completamente mojado, tiemblo de pies a cabeza.
- No te duermas Luis!, me replican mis compañeros una y otra vez, sacudiendo mi cuerpo.
Debo luchar, no quiero quedarme acá, a mi mente vienen recuerdos de mis hijos, veo le rostro de Carolina que me espera en casa, sin saber lo que acontece sobre el glaciar, saco fuerzas de ellos, tengo que volver, no puedo entrar en pasividad ahora. Recuerdo que tengo un polar seco en mi mochila y una bolza plástica que la uso para proteger el equipo del agua en el interior de mi mochila, le indico aquello a uno de mis compañeros. Rápidamente coloco el polar directamente sobre mi piel, cual primera capa y cubrimos mis piernas con la bolsa plástica, unos a otros mis compañeros se alternan abrazándome para darme calor corporal y así subir mi temperatura. Me comienzo a sentir mejor.
Gracias a la ayuda de Hugo y su linterna frontal, ahora sabiendo adonde ir, no tardamos tanto en encontrar una salida factible de la morrena del glaciar.
Son alrededor de las tres de la mañana, tras luchar mucho en el avance por el glaciar sobre la rocosa morrena y sus empinadas pendientes que ralentizaban mucho nuestro andar, finalmente intuimos una salida por un riachuelo que como era lógico debía a un punto conocido previamente, que era la laguna. No nos equivocamos.
Cuando nos encontrábamos bordeando la laguna, llega Hugo con lo solicitado por Michael, agua caliente, un saco y una media camilla de madera.
Comenzamos a enfrentar la parte del bosque y la pendiente final que nos separaba del mirador. Eran en total unos 1000 metros de zonas pantanozas, rocas húmedas y resbalozas y caidas expuestas, lo que nos separaba aun del mirador del glaciar.
Recuerdo las palabras dichas por José Luis, cuando ayer veníamos bajando por acá mismo : "a la vuelta te quiero ver", como adivinando el esfuerzo emocional y físico que nos demandaría superar esta zona de regreso.
Mis intentos de abstraerme del riesgo que representaba esta zona, unay otra vez son interrumpidos por pausas y los camillasos sobre el agreste terreno, recordándome que aún no era libre, lágrimas de dolor corren por mis mejillas. Me cubro el rostro.
Escucho a uno de mis compañeros patagónicos decir que habían alrededor de - 15°C, el aliento era evidente al salir de nuestras bocas. Hugo llega a mi encuentro con un saco solicitado por Michael momentos antes a gritos.
El ascenso por la pendiente con la camilla de fortuna fue como se veía venir, muy agotador, interminable y expuesto. Terminó consumiendo las pocas energías restantes de mis compañeros poniendo a prueba una vez más sus espíritus. Luchaban ferozmente con la camilla sin mediar descanzo.
Finalmente tras mucho batallar con el traslado en esta zona, llegamos a la parte superior de la pendiente, donde se encuentra el mirador del Glaciar Exploradores.
Gritos de alegría y abrazos entre los forzados rescatistas resuenan en el aire. Una gran emoción recorre mis venas. Recuerdo comentar a Rody, en su condición de rescatista en Conaf, no haber experimentado rescate semejante.
Las escasas fuerzas restantes de mis compañeros les impiden seguir porteando la camilla.
Entonces Hugo y Rody se alternan para cargarme al hombre hasta el refugio, dándome ánimo.
Llegamos a nuestro punto de partida, son las exactamente las 0630 de la mañaña, la misma hora en que salimos el día anterior.
Mis compañeros se abrazan y felicitan, estamos todos muy emocionados. Hemos pasado la última barrera interminable de esta pesadilla.
Hugo me sube a su vehículo, comienza a nevar copiosamente, sobre la Carretera Austral. Llegamos al Hospital de Coyhaique a las 1530 pm. Dónde tras los exámenes me confirmarian que mi fractura era en el peroné. El médico y los paramédicos aplaudieron los procedimientos empleados por mis compañeros.
Muchas historias se han escrito en la Patagonia. Esta es una historia de compañerismo y espíritu de cuerpo de un grupo de escaladores, algunos de los cuales se conocieron en esta tierra y se vieron enfrentados a uno de los mayores desafíos que les podía plantear el medio en que se integraron a escalar. Una evacuación autónoma y sin apoyo de medios de rescate de un compañero accidentado en un glaciar y en forma exitosa.
Sus desafíos, lograr la evacuación aún a cuenta de su propia seguridad, si mermar descanso por un complicado y traicionero terreno de montaña, luchando con el cansancio, el frío, el hambre y sus propios límites.
José Luis Dragón y Luis Pavez (fondo) en el Glaciar Exploradores |
Dedicado a :
Matías Espinoza
Hugo Espinoza
Pancho Aventura
Rody Alvarez
Felipe Vera
Carlos Unanue
José Luis Dragón
Michael Sanchez
LUIS PAVEZ